El Yeti lamenta que el Cabildo haya abierto un acceso al Teide

Los primeros domingueros ya se están sacando fotos con el Yeti en el Teide

El Yeti, que se ha desplazado desde el Himalaya hasta Tenerife para pasar unos días de vacaciones en el Teide aprovechando las fuertes nevadas caídas en las últimas semanas, ha lamentado a través de una nota de prensa que el Cabildo haya abierto ya el acceso al Parque Nacional por el Sur de la Isla, dado que, a su juicio, «esto ahora se va a llenar de domingueros, noveleros y gente en general que va a perturbar mi paz vacacional y que me va a dar mucho la brasa pidiéndome selfies». También teme que la extendida costumbre de hacer muñecos de nieve para colocarlos en el capó del coche reduzca muy rápidamente la capa nevada, con lo cual el Yeti tendría que acortar su estancia «porque yo sin nieve no soy nada». El acceso desde el Sur ha requerido seis días de intenso trabajo para despejar las vías, en el operativo conjunto «Apocalipsis Dominguero», de las Áreas de Carreteras y Medio Ambiente del Cabildo.

Asimismo, el Abominable Hombre de las Nieves (quien, por cierto, reniega de este apelativo y asegura que no procede de La Palma) teme el destrozo medioambiental que los visitantes del Parque puedan causar «porque como hemos visto en las redes sociales, la prisa que tenían por subir al Teide era para dejar el camino lleno de desperdicios y basura, que eso ha dado vergüenza verlo, y más a mí que vengo de fuera».

A este respecto, el consejero insular de Medio Ambiente, José Antonio Valbuena, ha firmado un decreto en el que faculta a los agentes del Área a agredir a quienes sean pillados in fraganti ensuciando alguno de los espacios naturales de Tenerife, muy especialmente la Corona Forestal y el Teide. Preguntado sobre la posible inconstitucionalidad de una medida que sanciona el castigo físico a los infractores, el consejero responde que «muy probablemente sea inconstitucional aflojarle una colleja a alguien a quien veas tirando el envoltorio de un bocadillo en un sendero, pero en lo que lo llevan a tribunales y lo recurrimos va pasando el tiempo, y el gusto de haber dado una torta a alguien que lo merecía no te lo quita nadie; además es disuasorio de cara al futuro».