Turista enfurecido trata de secuestrar un Binter para exigir ambrosía en lugar de manises

¡Conmoción en el aeropuerto de Mazo! ¡Tensión a nivel de pista! ¡Momentos de incertidumbre con final feliz! Éstas son las sensaciones que se agolpan en el teclado de este humilde plumilla y juntaletras al hacer la crónica de un secuestro aéreo ocurrido durante un trayecto entre Tenerife y La Palma.

Todo comenzó cuando el vuelo de Binter que hacía la ruta entre la isla picuda y la isla bonita había alcanzado velocidad de crucero. En ese momento, el personal de cabina procedió al reparto del condumio habitual en estos trayectos. En ese momento, uno de los pasajeros, percatándose de que recibía una bolsa de manises, requirió a la azafata para que le trajera una de las populares ambrosías en lugar de los citados frutos secos. Cuando se le informó de que en verano no se servía esa rica chocolatina, reaccionó montando en cólera.

“¡Quiero mi huesito!”

 Pam Bhufetta, gastrónoma y enamorada de las islas, fue testigo de excepción del intento de secuestro. La erudita del buen yantar era un pasajera más, pues viajaba para impartir la conferencia “Echa comida y trae pan” a requerimiento de su club de fans de Puntagorda. Éste es su relato de lo acontecido:

“Cuando la azafata llegó a la altura de la fila de este señor, éste observó con desencanto la bolsita de cacahuetes o, como los llaman ustedes, manises. Con gestos rotundos reclamó a la azafata una de esas ricas ambrosías y cuando ésta le explicó que en verano no se servían por motivos de sanidad e higiene, levantó el tono de voz y cuando la muchacha siguió con el reparto, echo mano de su equipaje. Armado con un mangual fabricado a partir de una plancha de viaje y un palo de ‘selfie’, amenazó por igual a tripulación y público si no desviaban el vuelo hacia Gran Canaria, sede de la empresa Tirma.”

Según relatan otros testigos, esta amenaza se produjo al grito de “¡quiero mi huesito!” en obvia confusión entre la famosa chocolatina canariona y otro marca de reminiscencia ciclistas. Por la brevedad del vuelo, cuando expresó su amenaza el avión ya había tomado tierra. Después de una breve negociación, el secuestrador aceptó cambiar sus exigencias en materia de dulces y liberó a pasaje y tripulación a cambio de una caja de marquesotes y una bolsa de almendrados. Un tranquilizante inoculado en una rapadura permitió que el furibundo turista fuera reducido y puesto a disposición judicial.