Una familia palmera vive durante un año en el Auditorio de Tenerife al no encontrar la salida

El Auditorio Adán Martín de Tenerife recibió en el día de ayer una dura crítica por parte de un espectador. A través del formulario disponible en la página del recinto cultural, el paisano tijarafero Bonifacio Perdigón narró la terrible odisea que le ha llevado a él y a su familia a vivir durante un año en el interior del recinto cultural tinerfeño.

Después de ser rescatados por una cuadrilla de pintores que pasaba por allí, la familia Perdigón pidió rápidamente un ordenador con conexión a Internet, con el fin de presentar una queja formal a la gerencia del Auditorio y contar su historia a quien quisiera escucharla.

“Todo empezó cuando vinimos el día 7 de marzo del año pasado a ver la representación de Aída. Toda la familia estaba muy ilusionada, porque nos gustaba mucho la serie cuando la echaban en TeleCinco. Habíamos preparado el viaje con mucha antelación para poder ir al Corte Inglés. Aparcamos nuestro coche con las bolsas de la compra y nos fuimos a ver el espectáculo. ¡Qué decepción! Ni Eugenia ni el Luisma ni Mauricio Colmenero… Unos escenarios de película de semana santa y un montón de gente cantando raro. Cuando llegó el intermedio decidimos marcharnos con viento fresco para ver si pillábamos en los multicines cercanos el último pase de Castores zombis. Al intentar encontrar nuestra plaza de aparcamiento, nos perdimos.”

Un periplo sin fin aparente

“Al principio intentamos seguir las indicaciones, pero tras varias semanas, desistimos. Seguíamos las flechas que nos llevaban de sala en sala y de pasillo en pasillo… pero seguíamos sin encontrar nuestro coche y tampoco pudimos retroceder. La desesperación hizo mella en mí, porque mi esposa y mis hijos empezaban a perder la paciencia y a hacerme ver que era mi gusto por las experiencias culturales novedosas lo que nos había llevado a esta situación. Que si nos hubiéramos conformado con las fiestas del Diablo esto no había pasado; que si los chicos se iban a perder el concurso de Miss y Míster Fiesta del Agua… un guineo constante y sin fin.”

Puestos al habla con la familia Perdigón, la hija, de nombre Briseida, nos explica las causas de su supervivencia: “a los tres meses habíamos agotado las reservas de cotufas y manises que habíamos llevado al Auditorio, cuando encontramos lo que parecía ser un campamento compuesto por varias tiendas de campaña equipadas con todo lo necesario para unas largas vacaciones a todo lujo. Su dueño resultó ser un político de Tenerife que nos contó una historia un tanto confusa sobre un partido que había fundado o que había comprado y que se había venido abajo durante las últimas elecciones locales. Estaba excavando un túnel que conectaría los bajos del Auditorio con el mar, donde aseguraba que le esperaba un submarino con destino desconocido. Nos regaló unas pegatinas y unos llaveros de su partido.”