Ya no habrá gofio del zurrón para todos

Muy poca gente conoce su identidad, pero Ceferino Perdomo es el campesino protagonista de los populares versos de la isa El zurrón del gofio. Ha sido el propio Ceferino el que ha contactado personalmente con El Baifo Ilustrado para dar a conocer a la sociedad su dramática situación:

«Han sido muchos años, que digo años, décadas, tostando y moliendo el gofio yo solo, bueno, a veces me ayudan mi mujer y mi hijo el mayor, y llevándolo por todos los pueblos de las islas cada vez que hay una fiesta o una romería, pero mire, ya no puedo más. La gente se cree que el millo me lo paga el Gobierno, pero que va, es todo de mi cosecha y nadie me da un duro por él. Cuando empecé con esto iba con un burro que le daba un poco de agua y forraje y tan feliz que estaba, pero claro, luego se corrió la voz, me llamaban de todas partes, y tuve que comprarme una camioneta. Y al precio que está ahora la gasolina y los pasajes de ferry entre islas ya no me compensa.»

Así ha quedado el zurrón, que no ha podido mantenerse ajeno a la coyuntura económica que atravesamos

Ceferino también se lamenta de la relajación de costumbres y maneras en la sociedad canaria: «Antes la gente te daba las gracias cuando les dabas una pellita de gofio y daba gusto ver como se lo metían p’adentro con un buen buche de vino, ahora casi que te lo quitan de las manos sin saludar siquiera. La juventud de hoy ya no tiene respeto por nada. Ya lo que me pone malo es que en la fiesta de Los Indianos que hacen en Las Palmas usan el gofio como si fueran polvos de talco. Eso no, hombre, eso no.»

Preguntado sobre si no había considerado otras alternativas antes de retirarse, así nos respondió: «Claro, al principio empecé a cobrar algo simbólico, cincuenta céntimos por cada pella, una pella bien generosa, no se crea, podían comer dos personas con cada una, pero que va, la cosa está muy mal y nadie me lo compraba. Y si a eso le añade la cuota de autonómo, el IGIC que lo acaban de subir, lo que le tenía que pagar al asesor fiscal… que va, no había manera, terminaba perdiendo dinero. Yo me vuelvo p’al campo con la familia y sigo moliendo, también hago unos quesos con las cabritas que tengo y planto unas papas, pero todo se queda en casa. Bastante tengo ya con el gorrón de mi cuñado que viene a llevarse algo de vez en cuando y ni siquiera me ayuda a limpiar el corral.»

Es de esperar que la Consejería de Cultura del Gobierno de Canarias emita en los próximos días un comunicado pronunciándose sobre esta nueva merma que padece nuestro acervo cultural. Los ciudadanos están desamparados e indefensos, pues si quieren gofio ya no tienen a quien pedirlo.