Detectada una fisura en el continuo espacio-tiempo en Los Llanos de Aridane

El investigador de lo paranormal Juan Carromero ha vuelto a la carga tras un período de ausencia, para conmover al mundo con uno de sus últimos descubrimientos: una brecha en el tejido de la realidad en la localidad palmera de Los Llanos de Aridane.

Carromero, que recientemente se ha doctorado en bioética trashumante por la prestigiosa Universidad Fernando Jiménez del Oso (campus de Bélmez) me concede una entrevista en su arepera de cabecera en el barrio de La Cuesta. Allí me explica los pormenores de su labor investigadora, mientras da buena cuenta de una bandeja de reinas pepiadas: “todo comenzó el pasado 2015, cuando fui a ver la representación quinquenal de la danza de los Enanos. Creí que podría relacionar este baile tradicional con el mito de los nibelungos y el reino escondido de Agartha. Sin embargo, mis pesquisas fueron infructuosas: mis intentos de entrevistarme con alguno de los enanos danzarines fueron respondidos con una patente hostilidad por parte de los responsables de la organización. Decían que era uno de tantos culichichis que quería desvelar el misterio de los danzantes; amenazaron con tirarme al Teneguía y decidí pasar al lado occidental de la isla. Allí descubrí un nuevo misterio.”

¿Rasgón en el tejido de la realidad o puerta a otra dimensión?

“Un día, paseando por las calles del pueblo” –continúa Carromero su relato- “llegué a la calle Doctor Fleming y presentí que algo no terminaba de encajar. Justo a mitad de la rúa, un reloj de aspecto fálico parecía congelado en una misma hora. Pregunté a los llanenses, pero me dijeron que llevaba roto mucho tiempo. Su explicación no me convenció y decidí poner en práctica los talentos que he ido aguzando después de tantos años y quilómetros en pos de la para-anormalidad. Trazando circunferencias imaginarias a partir del reloj, topé con un extraño quiosco de arquitectura clásica, situado frente al antiguo cine local (luego reconvertido en discoteca irrespetuosa con la divinidad). Uno de los lugareños tuvo a bien explicarme que, en realidad, aquella construcción se alzaba sobre las ruinas de otra más antigua, conocida como el Carro del Viejo. Este ominoso nombre encendió automáticamente las alarmas de mi tercer ojo.”

“El Carro del Viejo” –sigue tras una pausa para pedir una cachapa de generoso relleno- “era un lugar de dimensiones reducidas donde, sin embargo, la clientela podía encontrar de todo: discos, musicasetes, cintas vírgenes, dulces, helados, bombillas, hojillas de afeitar y hasta material más comprometido (como preservativos o audio-relatos erótico-pornográficos). Productos largo tiempo desaparecidos en el resto del planeta estaban allí disponibles, lo que, unido a la imposibilidad física de que todo aquello estuviera en aquel micro-espacio, me ha llevado a la inevitable conclusión de que aquel lugar era y es una grieta espacio-temporal que lleva a un espacio más amplio, donde el antiguo dueño de aquel aparentemente inocente quiosco, atesoraba sus mercancías obtenidas a lo largo y alto del multiverso.”

Antes de pedir postre, Carromero adelantó a este reportero que los resultados de su valiente investigación verían la luz en el próximo número de la prestigiosa publicación Annals of Drunken Researchs del Instituto Internacional para Investigaciones Improbables de Gotham City.

Mobutu Vladimir Gunnarson

Nacido en el puerto de la Luz, de padre islandés y madre zaireña, siendo su abuelo un soviético (nada de ruso, dice el viejo) que visitó el Congo junto a los barbudos del "Che" Guevara. Semejante potaje genético no ha impedido que me sienta más canario que el cherne y más isleño que el piche, proclamando con orgullo aquello de que "yo nací en el África y por eso mi piel es negra..."

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