Fallece Anselmo Sabina, el más ilustre conspiranoico de Tazacorte

El Ayuntamiento de Tazacorte se suma al pesar general con las banderas a media asta y crespones negros. El grupo de gobierno asegura «ya no quedan conspiranoicos como los de antes… o eso es lo que quieren que pensemos».

Ha fallecido en el Hospital General de La Palma, a la edad de 84 años, Anselmo Sabina, conocido por ser quizás el más ilustre y célebre conspiranoico que ha dado el municipio de Tazacorte. Sabina, agricultor de profesión durante toda su vida, dedicó buena parte de su tiempo libre a elucubrar conspiraciones insospechadas y elaborar complejas teorías para explicar los grandes acontecimientos de la Historia, sobre la base de los datos inconexos y aislados que iba obteniendo por los diferentes medios informativos. Posteriormente, desgranaba estas ocurrencias en el bar del pueblo, obteniendo la admiración de casi todos, el escepticismo de otros y la indiferencia de unos pocos. Sus chácharas eran muy celebradas porque Anselmo no se privaba de interrumpir una partida de dominó para escenificar sus hipótesis. Los más ancianos del lugar recuerdan con cariño una de sus primeras conspiranoias, cuando sostuvo que Stalin había muerto de una indigestión de carnefiesta, lo que le costó la enemistad de varias cédulas izquierdistas clandestinas, por considerar que se señalaba este rico plato como una posible arma anticomunista.

Sin duda, negar la llegada de los americanos a la Luna fue una de las conspiranoias más queridas de Anselmo Sabina. Su nieta, Chaxi Sabina, comenta a El Baifo Ilustrado que “mi abuelo tenía ideas muy claras sobre ese asunto, siempre nos decía ‘si en la tele canaria pueden hacer que Nieves Bravo parezca una anciana en En Clave de Ja, cómo no van a hacer los americanos que parezca que han llegado a la luna, con la de perras que tienen’, y eso al abuelo no se lo podías tumbar”.

A pesar de que el parte médico indica que Anselmo murió a causa de las múltiples heridas que se produjo al ser atropellado sucesivamente por un tractor, una furgoneta y una moto de Correos, él mantuvo hasta su último aliento que lo habían envenenado con polonio, “como al espía aquel que salió por la tele”.

El Cabildo Insular de La Palma ya ha iniciado los trámites para poner el nombre de Anselmo Sabina a algún callejón sin salida del municipio.

Maruca Johnson

Incisiva ante la actualidad desde que el cardado empezó a destruir la capa de ozono. Discreta a la par que elegante.

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